Todas las novedades
en la vida diaria que ha traído consigo la aparición del coronavirus tienen un
mayor impacto en las personas con Alzheimer. Ellas son más vulnerables por su
avanzada edad y no tienen memoria para retener la necesidad del confinamiento.
Así que sufren un
cambio de las rutinas que les ofrecían estabilidad. Por eso el principal reto
es reestructurar las rutinas y crear otras que sean nuevas. Según la neuropsicóloga
Nina Gramunt, directora técnica del Área Social de la Fundación Pasqual
Maragall, “tener un orden del día a día y un cierto mantenimiento de horarios
proveerán a la persona enferma de un marco de referencia y a los cuidadores de
una guía para minimizar el riesgo de verse desbordados”.
Siguiendo la premisa
de "mens sana in corpore sano", las nuevas rutinas deberían incluir
tanto actividades cognitivas, como regar plantas, juegos de mesa, escuchar
música u observar por la ventana, como físicas, bien sea estiramientos, caminar
por el pasillo o las bicicletas estáticas.
Todo eso en casa. Es
importante cumplir el confinamiento para evitar la exposición a un virus aún
muy desconocido que puede ser más hostil con las personas con Alzheimer. Es así
no solo porque habitualmente son gente anciana -ya de por sí población de
riesgo-, sino porque la fiebre o una situación de oxigenación artificial pueden
desestabilizarlos.
La recomendación es
explicar la situación las veces que haga falta pero sin "alarmismos",
resalta la doctora, que ve importante que los enfermos no contraigan la
"angustia" que puedan tener sus cuidadores. Valga la
redundancia, los cuidadores deben cuidar de los enfermos pero también a ellos
mismos, ya que, según la experta, pueden estar sometidos a una presión superior
a la habitual.
La directora técnica
del Área Social de la Fundación Pasqual Maragall recomienda buscar momentos
para uno mismo y recurrir a estrategias para manejar la ansiedad, como por
ejemplo técnicas de respiración relajantes. Y a esperar.