No es ya la tragedia del ser que nos va esfumando poco a
poco, que ya no recuerda lo inmediato, que pregunta varias veces lo mismo, que
se desorienta cuando sale de casa, que nos mira fijamente, pero no alcanza a
decirnos lo que siente.
Ellos son los hombres y mujeres que se van perdiendo en el
silencio y que no podemos volver a alcanzar. Jamás sabremos si están presentes
o si sus mentes viajaron a otras dimensiones, para nosotros todavía
desconocidas. El cerebro sigue siendo un misterio, y como afirmaba Oliver
Sacks, sabemos más de la luna que de lo que sucede dentro de la mente. Ellos están en su mundo. No sabemos cuál. Sus
órganos funcionan regularmente, comen, duermen, caminan. Están más allá del
dolor del pensamiento y el estrés. No existe para ellos mayor desgaste
emocional. Están. Punto. Todavía no han partido para siempre.
Lejanos, inalcanzables, pero, presentes. La mayor tragedia
es el olvido al que los condenan sus familias, sus amigos, sus compañeros de
trabajo, o sus parientes cercanos. Pocos son los casos en que la familia nuclear
o extendida y las amistades de una vida entera, vuelven a verlos, a visitarlos,
a darles un abrazo o simplemente, tomarlos de la mano y acompañarlos una tarde,
o un momento.
Saben que están, pero como si ya no existieran. La respuesta
fácil ya la conocemos: “...Ya no me reconoce, no sabe quién soy…”. Pero
nosotros, amigos, familiares, SÍ sabemos quién es él o ella, y preferirnos no
acercarnos. Somos nosotros los que los condenamos al olvido y tratamos de
justificarnos, “manteniéndolos en alguna institución donde los cuidan”
Sería lindo que sus familiares compartieran sus historias, plasmaran
por escrito cómo fueron esos seres cuando todavía estaban en nuestra dimensión.
Como hizo la familia de Pascual Maragall en Barcelona, cuando este importante
político manifestó los primeros síntomas. No lo dejaron caer en el olvido. Sería
lindo quitarle el estigma a esta enfermedad, y que los que la padecen sigan
existiendo para los demás.... ¿Quiénes fueron?, ¿cuáles sus logros? ¿Sus
ilusiones? No alejarlos. No condenarlos al olvido, simplemente porque ellos
olvidaron.....
Me emociono cada vez que visito a mi amiga Lucia. Hace ya
mucho tiempo que no me puede hablar y sus ojos no reconocen mi cara. Pero le
tomo la mano, le cuento chismes, le doy un beso en la frente y le digo que la
quiero. A veces me atrevo a hacerle cosquillas en los pies y su
cuerpo responde al estímulo. Le paso el oso de felpa y lo abraza. Estoy segura
de que sabe que alguien que la quiere está a su lado.
O cuando veo caminar por el jardín donde vivo al vecino que
hace algunos años era el más inteligente y colaborador en las reuniones del
Conjunto. Siempre elegante. Acompañado de sus cuidadoras, su cuerpo ya frágil,
pero recibe los saludos cálidos de sus conocidos de antaño. Su familia no lo
condenó al olvido.
Es importante visitarlos, darles ese calor humano, ese intangible que solo se comunica con gestos de cariño. Ellos están todavía para nosotros. ¡Y eso no lo podemos olvidar!
Por: Aura Lucía Mera, Periodista y Columnista del Diario El País, Cali.