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lunes, 10 de junio de 2019

Una ventana para los cuidadores de las personas con Alzheimer


Esta sección está orientada a visibilizar y honrar a un ejército de personas que de una forma discreta y callada dedican su vida a cuidar de manera formal a personas afectadas por Alzheimer.

Los cuidadores son un grupo de mujeres y hombres que dedican su tiempo a cuidar de la mejor manera y que establecen unos vínculos muy potentes con sus pacientes. Sus historias de vida nos explican muchas veces de dónde sale su vocación y los aprendizajes que han obtenido con esta loable misión.

Esta primera entrevista está dedicada a Ullola Mosquera Daza, de 45 años de edad. Ella es Auxiliar de Enfermería de la Fundación Jacinto Mosquera y Figueroa de Popayán, graduada en el año 1998.

Labora como cuidadora en la Fundación Alzheimer hace 18 años como Coordinadora de los Auxiliares de enfermería, con las más altas cualidades de responsabilidad, compromiso, humanidad, sentido de pertenencia, compañerismo y espíritu de superación. Es un ejemplo de dedicación, paciencia y humildad para los que compartimos con ella. ¡Gracias Ullo!

¿Por qué motivo escogió su profesión?
Ullola Mosquera: "Desde niña pertenecí a un grupo dirigido por las monjas del pueblo, llamado grupo juvenil. Ahí realizábamos actividades para celebrar fiestas importantes, como el 25 de diciembre, cena para los niños y pequeños detalles. Además, siempre jugué con mis amigas a la enfermera. Les aplicaba inyecciones de mentiras, y les decía a mis padres que quería ser enfermera para servir a las personas enfermas y salvar vidas".

Ullola Mosquera en labores en la Fundación Alzheimer.

¿Cómo empezó a cuidar personas mayores?
UM: "Conocí a una familia que cuidaba una paciente, pero no podía pagar más la enfermera. Así empecé a cuidar a la señora Magnolia López Londoño, quien fue la primera paciente de residencia de la Fundación. Luego, ella se fue a otro país, y empecé a trabajar con la Fundación".

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
UM: "Es servir y brindar amor, compañía y respeto. Mejorar la calidad de vida de las personas que están a mí alrededor. Trabajar en equipo, socializar con los compañeros de trabajo y que todos los turnos salgan bien. También me agrada, y me da miedo a la vez, la confianza que en este momento todas las familias y la gran mayoría de los compañeros tienen en mí, siempre esperan lo mejor y me gusta que todo me salga bien".

¿Y lo que menos le gusta?
UM: "Lo que menos me gusta de mi trabajo es cuando se presentan inconvenientes graves con pacientes que desmejoran la calidad del servicio que estamos prestando. También cuando los pacientes fallecen.

Un aspecto, que creo a veces no es correspondido por algunos familiares, es que en nuestro trabajo cometemos errores, y los enfrentamos para no volver a cometerlos. Pero las familias se olvidan de todo ese amor, dedicación y paciencia que durante años les hemos entregado tanto a los pacientes como al círculo familiar".

¿Qué ha aprendido usted en este trabajo?
UM: "Desde que llegue a la Fundación se transformó mi vida. Yo era una persona muy tímida, pero aquí he fortalecido mis principios como persona y también a valorar cada día, todo lo que Dios nos brinda. He aprendido fundamentalmente a tener paciencia con todas las personas".

Dada su experiencia, ¿qué mensaje podría ofrecer a los cuidadores de personas con Alzheimer?
UM: "Mi mensaje como cuidadora es siempre tratar a los adultos mayores con paciencia; respetar su autonomía y dignidad, teniendo en cuenta que son personas que merecen y demandan de mucho amor y compañía constante ya que son frágiles y no pueden valerse por sí mismos. Como reflexión, quiero que piensen: si estuvieran en la misma situación de fragilidad, ¿cómo les gustaría ser tratados?".



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