La prevalencia de la demencia
incluyendo la enfermedad de Alzheimer ha aumentado de forma alarmante en los
últimos años y Colombia no se escapa de esta realidad.
Algunos factores de riesgo que han
sido asociados con la enfermedad de Alzheimer (EA) son los factores genéticos,
eventos vasculares, inflamación, hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia,
obesidad, alteraciones hormonales, factores psicológicos factores del estilo de
vida (alimentación, actividad física, etc.) y otros que si bien son muy
importantes para saber el porqué , lo cierto es que una vez se manifiesta no
hay marcha atrás, así que lo que verdaderamente tiene sentido es prevenirla
creando conciencia sobre la prevención y el control de la EA que se pone de
manifiesto desde la investigación científica en todas las asociaciones y
agencias de salud en el mundo por la importancia de tomar medidas de control.
El
Cerebro y La Nutrición
Nuestro cerebro consume alrededor de
una cuarta parte del oxígeno que ingresa a nuestro organismo. De hecho es
el órgano que más oxígeno consume.
Por otra parte, el cerebro se
caracteriza por tener una actividad metabólica sumamente alta y por tanto,
altamente vulnerable al daño oxidativo. De tal forma que se cree que el estrés
oxidativo y el daño celular consecuente ocurre en etapas tempranas en la
cascada patológica de la EA.
El ser humano, durante toda la vida,
necesita recibir en su alimentación los nutrientes necesarios para asegurar el
crecimiento, desarrollo y mantenimiento de su sistema nervioso, así como un
desempeño óptimo de sus funciones psicomotora, afectiva e intelectual.
NUTRIENTES
PROTAGONISTAS
Ingesta de Energía, macronutrientes y
micronutrientes:
En general el equilibrio en la
energía procedente de los carbohidratos, grasas y proteínas pudieran ayudar a
mantener la integridad neuronal y la óptima función cognitiva. Sin embargo, el
exceso se ha asociado con el aumento del riesgo de desarrollar alteraciones de
la función cognitiva y EA.
En relación con las grasas, se ha
observado que la ingesta en exceso de grasas totales está asociado con un mayor
riesgo de desarrollar EA, sin embargo, parece ser que esto no depende
únicamente de la cantidad, sino también del tipo de grasas que se ingieren.
Respecto a esto, una revisión sistemática de estudios prospectivos ha
constatado una asociación positiva entre la ingesta de grasas saturadas y trans
y la incidencia de EA.
Las grasas insaturadas pueden tener
un papel protector contra la enfermedad. En concreto, algunos estudios
epidemiológicos han observado que la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados
omega 3 tiene un papel protector en el mantenimiento de la función cognitiva.
El cerebro es un órgano muy rico en
lípidos (grasas), y en su composición predominan los ácidos grasos Omega 3 y
Omega 6, los cuales son muy importantes por su participación en la estructura
de las neuronas y su propio funcionamiento. Ambos ácidos grasos constituyen más
del 30% de la estructura lipídica del cerebro.
La Colina, es la molécula
precursora de la acetilcolina, un neurotransmisor que está involucrado en
muchas funciones, entre las cuales se incluye la memoria, el aprendizaje y el
control del músculo. La pérdida de las neuronas colinérgicas se asocia con el deterioro
de la función cognitiva, en particular con la pérdida de memoria y la EA.
Se ha observado que la colina al
igual que otros nutrientes como el zinc y selenio son capaces de interactuar
con algunos mecanismos que modulan la expresión de los genes. En general, se ha
observado que las personas que tienen una ingesta elevada de colina tienen una
mejor función cognitiva en comparación con aquellos que tienen una ingesta baja.
Magnesio, la deficiencia de este
mineral ha sido vinculada con el desarrollo de la EA lo que podría estar
relacionado con las múltiples funciones que ejerce dicho nutriente en el
control de la densidad y plasticidad sináptica, presión arterial y en el metabolismo
de la glucosa e insulina. Respecto a esto, se ha observado que las personas con
un deterioro cognitivo leve o moderado presentan unas concentraciones de
magnesio inferiores a las observadas en pacientes sin deterioro cognitivo.
Zinc, el cerebro tiene el mayor
contenido de zinc y es esencial para su normal funcionamiento. Este mineral ha
sido señalado muchas veces como uno de los nutrientes implicados en el
deterioro de la función cognitiva y en la patogénesis de la EA cuando sus
niveles están deficientes.
Selenio, la enzima selenio tiene como
función principal proteger a las células del daño oxidativo producido por los
radicales libres generados durante el metabolismo. Un estudio realizado en
ancianos utilizando como indicador del status nutricional de selenio a largo
plazo constató que la deficiencia de selenio contribuye al deterioro de la
función cognitiva.
En relación con lo anterior, el
seguimiento de una dieta equilibrada es un elemento esencial del estilo de vida
y constituye un factor protector de muchas de las enfermedades
crónico-degenerativas que aquejan actualmente a la población, como por ejemplo,
las enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer
asociados con la alimentación y nutrición, obesidad y demencias, por lo tanto,
cada vez hay un mayor número de evidencia científica que indica que la
inclusión de ciertos alimentos en la dieta puede ejercer un efecto protector en
relación con el desarrollo de la EA.
La EA podría teóricamente ser
prevenida o al menos retrasar su aparición y progreso a través de ciertos
componentes de la dieta. Diversos estudios sugieren que la EA está asociada con
patrones alimentarios con una ingesta excesiva de azúcar, alimentos con alto
índice glicémico, el consumo en exceso de productos de origen animal (con alto
contenido en grasas saturadas) y un consumo bajo de cereales de grano completo,
leguminosas, oleaginosas, semillas y otros vegetales (con alto contenido en
fibra, vitaminas, polifenoles y otros compuestos bioactivos).
Hay que desmitificar conceptos
siempre presentes relacionados con enfermedades no transmisibles. Que un
alimento sea rico en un componente beneficioso para tratar o prevenir una
enfermedad no garantiza que sea “aprovechado” por el cuerpo de manera óptima
como podría esperarse; bien por el tipo de organismo de la persona, la forma
química o por interacciones con fármacos. Es lo que se llama
la biodisponibilidad, la cual será entonces individual y se requiere de la
consulta médica y nutricional para seguir tratamientos adecuados a cada uno y
nunca automedicarse, el autocuidado inicia con la consulta, no con la toma
indiscriminada de complementos que pueden ocasionar efectos no deseados en la
salud de las personas.
Se ha constatado, por ejemplo, que el
seguimiento de dietas que se caracterizan por la abundancia en el consumo de
alimentos de origen vegetal, tales como cereales, leguminosas, frutas,
verduras, frutos secos y aceite de oliva como la principal fuente de grasa, se
ha asociado con una disminución del deterioro de la función cognitiva,
reducción de la progresión del deterioro cognitivo leve y EA, reducción del
riesgo de EA y disminución de la mortalidad por todas las causas en pacientes
con EA. Esto debido a que este tipo de patrón de alimentación contiene una gran
cantidad de nutrientes (vitaminas del grupo B, antioxidantes, ácidos grasos
poliinsaturados) que probablemente juegan un papel destacable en la prevención
de la enfermedad como ha descrito la investigación.
A continuación se presentan algunos
de los alimentos que han sido descritos en la literatura científica como
alimentos que pueden desempeñar un papel esencial en el desarrollo de la EA.
Frutas
y verduras, Pescados sin piel, Lácteos fermentados y descremados, Frutos secos,
Aceite de oliva, Té verde.
También han sido estudiados otros alimentos
y nutrientes que son fuente de antioxidantes pertenecientes al grupo de los arándanos, granadas y
la cúrcuma.
El principal problema de los
alimentos es la baja biodisponibilidad o aprovechamiento por el organismo. No
obstante y dada la frecuencia de consumo a través de la vida dan como
prometedores los resultados mostrados y hacen necesario seguir consumiéndolos y
por supuesto investigándolos.
- Reducir la ingesta de grasas saturadas y grasas trans.
- Disminuir la frecuencia excesiva de carne y sustituir por pescados
- Reemplazar los lácteos enteros por fermentados y descremados
- Aumentar el consumo de verduras crudas y cocidas simultáneamente en los diferentes momentos de consumo del día
- Consumir mínimo 3 veces por semana leguminosas.
- 5 frutas enteras al día con variedad de colores
- Reemplazar los cereales refinados por enteros o integrales sin o bajos en azucares y grasas.
- Tomar vitamina E, uso de aceites vegetales en preparación o consumir alimentos fuentes como frutos secos, aguacate.
- Practicar actividad física con regularidad.
- Aumentar la frecuencia de consumo de un puñado de frutos secos, nueces y semillas.
Martha Lucia Lemos ND PUJ
Miembro Asociación Colombiana
Dietistas Nutricionistas ACODIN
ACODIN Sur Occidental